Si bien los tatuajes son vistos como piezas artísticas en algunos sectores, esta fascinación contrasta con aquellos que los ven como una marca de discriminación sin siquiera conocer los contextos de los mismos, además, colocan un estigma automático a quienes los portan.
Recordemos que en las culturas antiguas, como el antiguo Japón y Egipto, los tatuajes eran vistos como símbolos de castigo y valentía, respectivamente. En el caso de los mayas, usaban pigmentos extraídos de vegetales para dibujar a sus dioses en sus cuerpos, para tenerlos cerca sin importar el lugar.
Ya en la era moderna, los tatuajes han prosperado en algunos círculos criminales, máxime en pandillas, como distintivos para identificar a qué grupo pertenece quien lo porta. En algunos casos concretos, abarcan gran parte del cuerpo y brindan un aspecto amenazante, que es la idea principal.
Sin embargo, estos casos aislados han provocado un rechazo generalizado hacia estos “dibujos en la piel”, por lo que resulta injusta la apreciación apresurada sobre el tema. Tomemos en cuenta que una gran gama de tatuajes alcanzan cuotas de calidad notable, con temáticas que se alejan de la intimidación mencionada en el mundo de las pandillas.
A pesar de todo lo mencionado, hoy los tatuajes son mucho más aceptados que antaño, en los que tener uno era señal segura de ser excluido de la sociedad. Basta con preguntar a personas mayores de 45 años sobre el tema, nos daremos cuenta que una buena parte de ellos desaprobarán que un hijo, nieto, sobrino o conocido se realice alguno de estos “dibujos”, con excepciones puntuales claro.
Mientras que, generaciones más jóvenes no ven con malos ojos estos dibujos, porque tienen más claras las intenciones que estos podrían tener. Es más, en la actualidad, un aproximado del 15 % de la población mundial tiene algún tatuaje, según datos proporcionados por la Sociedad Europea de Investigación en Tatuaje y Pigmentos (ESTPR).
Por cuestiones lógicas de cambios generacionales, los tatuajes han ganado tanta popularidad hoy en varios países, al punto que se ha creado una cultura propia alrededor de ellos. Máxime con artistas influyentes o deportistas, que han ayudado a su masificación.
Un ejemplo claro es la escena musical, donde vemos un cambio notable en las bandas de rock en los años 60, en comparación a los años 80, en los que contemplamos un uso más constante de tatuajes como parte de la teatralidad que caracterizó a dicha década.
O también el deporte más popular del mundo, el futbol, donde jugadores de talla mundial como Leonel Messi, Sergio Ramos, Kevin Boateng o Zlatan Ibrahimovic, exhiben sus tatuajes en cada jornada de sus respectivas ligas.
En el caso de Guatemala, la situación también ha evolucionado hacia la aceptación, pero aún existe un tabú social hacia estos y queda camino por recorrer en la materia. Conforme se dé el respectivo relevo generacional, los tatuajes dejarán de ser vistos como distintivos exclusivos de criminales y serán apreciados como las piezas artísticas que son.
Solo así se dejará en el pasado este “estigma
tatuado” y daremos un paso más hacia adelante en el objetivo de crear una
sociedad tolerante.
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